martes, 7 de junio de 2016

El minicuento

                                 

El minicuento o relato breve no tiene fecha de origen pues su manifestación ha sido tan diversificada que va desde las parábolas, los apólogos, la fábula, los aforismos hasta los relatos breves orientales, con escritores anónimos y reconocidos como son Poe, Kafka, Chejov, Lewis Carroll, Chesterton, Cortázar, Borges,  y otros que han cultivado este éste tipo de género.

  • En el cuento se encuentra la ironía, ejemplos:
Un caballero llevaba en el bolsillo del pecho un libro de reciente aparición. Cuando alguien le hizo un disparo a quemarropa fue conducido al hospital, donde se constató que el agredido gozaba de perfecta integridad física. El proyectil no había alcanzado a atravesar el libro. Un crítico literario comentó: Claro, si es uno de esos libros invulnerables. Ni siquiera una bala alcanza a pasar del segundo capítulo.” Gabriel García M.

Uno más
El cuento era tan real que la escritora pasó a ser un personaje más.
Blanca Estela Domínguez S.

  • También se encuentra el humor, aunque es a veces ligado con lo trágico:
Pajarillo

El amor –me dijeron- es como un pajarillo: déjalo ir, si regresa es tuyo, si no regresa nunca lo fue.
Y yo solté a mi pajarillo y el muy cabrón sólo regresa cuando tiene hambre.
Rodolfo Farcug.
El triángulo amoroso

La ballena macho estaba desolada, porque se mujer se había enamorado de un submarino.
Carlos Héctor.

  • Además se usa el simbolismo:
Invasión

Creó tantos pájaros, que agotó lanada de donde aún no habían sido creados: al saberse creados, los pájaros agotaron el silencio.
Manuel Mejía Vallejo.
El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso.

 En fin, el minicuento puede tener elementos filosóficos, oníricos, poéticos, fantástico, pueden  recrear la historia. Lo que siempre presenta un relato breve es la narración corta pero sustanciosa, los personajes, tiempo  y espacio.
Otros minicuentos son:
Sueño de la mariposa
Chiang-Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
Chiang-Tzu (Borges y otros. Antología de la literatura fantástica. 1993)

El Viajero y la Espada
Un viajero encontró una espada en un camino  y le preguntó con calma: “Di espada, quién te ha perdido?”. Esta contestó de prisa y con acento tranquilo: “Uno perdióme, yo en cambio son muchos los que he perdido”.
(Méndez V.; Sánchez L, y otros. La fábula a través del tiempo)

Sola y su alma
Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: Todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.
Tomas Bayley Aldrich (1912)

Cuento de horror:
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones.
Arreola, Juan José (1980)
El asesino
Ya no hago más que pensar en mi asesino, ese joven imprudente y tímido que el otro día se me acercó al salir del hipódromo, en un momento en que los guardias lo habían  hecho pedazos antes de que alcanzara a rozar el borde de mi túnica.

Lo sentí palpitar cerca de mí. Su propósito se agitaba en él como una cuadriga furiosa. Lo vi llevarse la mano hacia el puñal escondido, pero lo ayudé a contenerse desviando un poco mi camino. Quedó desfalleciente, apoyado en una columna.

Me parece haberlo visto ya otras veces, rostro puro, inolvidable entre esta muchedumbre de bestias. Recuerdo que un día salió corriendo un cocinero de mi palacio, en pos del muchacho que huía robando un cuchillo. Juraría que ese joven es el asesino inexperto y que moriré bajo el arma con que se corta la carne en la cocina.

El día en que una banda de soldados borrachos entró en mi casa para proclamarme emperador después de arrastrar por la calle el cadáver de Rinometos, comprendí que mi suerte estaba echada. Me sometí al destino, abandoné una vida de riqueza, de molicie y de vicio para convertirme en complaciente verdugo.

Ahora ha llegado mi turno. Ese joven que trae mi muerte en su pecho, me obsede con su leve persecución, debo ayudarlo, decidir su cautela. Hay que apresurar nuestra cita, antes de que surja el usurpador que lo traicione, dándome una muerte ignominiosa de tirano.

Esta noche pasaré sólo por los jardines imperiales. Iré lavado y perfumado: vestiré una túnica nueva y saldré al paso del asesino que tiembla detrás de un árbol.

En el rápido viaje de su puñal, como en un relámpago veré iluminarse mi alma sombría.
Arreola, Juan José (1980)


Bibliografía: Rodríguez Romero, Nana. Elementos para una teoría del minicuento. Colibrí Ediciones, Tunja, 1996.

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